Este poemario trata del curso, siempre ambiguo, que puede trazarse entre la pena y la celebración. Sus poemas recorren algunos duelos, se asoman a las fracturas y exploran el sinsentido, para después trazar el puente hacia el asombro frente a lo que nos
puede salvar: la contemplación de la belleza, el amor o la paternidad, entre otros. La sombra de su título está hecha de capas de
vacío y de noches cerradas. El sedimento tiene que ver con lo que queda: la memoria y la carne, las habitaciones nuevas, los nuevos nombres.