MARTÍNEZ-OLIVA PUERTA, JOSÉ ANTONIO
Japón, segunda mitad del Siglo XIX, época de cambios y revueltas. Detodos los antiguos territorios del país del Sol Naciente, ningunocomparable en injusticia y crueldad al vetusto país de Tosa.Yosoy uno de los pocos que sobrevivió a los sucesos que tendrían lugaren medio de tanto caos y anarquía. De todo aquel dolor de pérdidas ydesengaños no obtuve más beneficio que el haber aprendido cuál es elauténtico valor del ser humano. No acumulo mayor posesión que mis dosespadas, aunque ya no se me permita exhibirlas como símbolo de mirango. Pero también he aprendido que no todo es apariencia, nidominio, que no todo el auténtico poder de un samurai radica en sufuerza, sino mucho más en el espíritu que sus ancestros le hantransmitido.Mi historia no es de paz sino de guerra. No hayningún amor ni misericordia en las imágenes que se grabaron en mimente. Sin embargo, hubo rayos de esperanza que como débiles semillasfueron creciendo y desbordando toda la maldad e ira que lesembestía.Mis hijos y mis nietos deben conocer cuáles fueronestos acontecimientos. No puedo consentir que el velo del tiemposilencie