En estos cuentos, Anastassia Espinel, da vida a la piedra de las antiguas edificaciones romanas y a todas esas figuras de legionarios victoriosos y bárbaros derrotados que nos miran desde los frescos y bajorrelieves destinados a glorificar la grandeza de Roma a través de los siglos. Con objetividad, trata de reconstruir el ambiente de la época y nos revela todo el dolor que debieron sentir los pueblos aplastados y humillados por Roma, dispersos en un inmenso territorio que se extendía desde los sombríos bosques de Germania hasta las arenas del Sahara y desde las costas del Océano Atlántico hasta las orillas del Eufrates. Cada uno de estos pueblos tenía su propia historia, costumbres y tradiciones; no se parecían en nada salvo en el hecho de haber sufrido toda la fuerza aplastante y destructora de la grandiosa máquina militar romana.