1890: un coronel francés entra en Segú, África, y se apodera de joyas y un sable que se lleva de regreso a la metrópolis. También viajan dos jóvenes: un niño y una niña separados a la fuerza de sus familias y «trasplantados» en Francia. A él lo encuentra blandiendo el sable para defender a su madre del ataque de las tropas, a ella la «acoge» como compañía para sus sobrinas. Tanto los objetos como los jóvenes se utilizaron para demostrar la supuesta supremacía de la civilización occidental sobre las culturas no europeas. Siguiendo los pasos de este botín, Taina Tervonen descubre una truculenta historia colonial de la que los objetos son testigos silenciosos, una historia de la que todos somos prisioneros hasta que sea desentrañada y contada. «Recorro los museos y veo una extraña puesta en escena de la historia colonial, transformada en una historia de regalos, desprovista de cualquier rastro de violencia bélica o de dominación de la que estos objetos son testigos directos».