David tiene VEINTISIETE años y solo puede presumir de haber fracasado en todos los ámbitos de su vida. Con la autoestima bajo mínimos, se ve obligado a aceptar un trabajo sencillo y 'en apariencia' mal pagado en su mismo edificio. Cada mañana debe cuidar al viejo Horace, un empresario retirado sin familia ni amigos que tiene muy limitada movilidad. Desde el primer día, el huraño inquilino del ático le pedirá que jueguen a la Oca, algo que David no hacía desde su infancia. Para su asombro, pronto descubrirá que el anciano utiliza las casillas del tablero para darle lecciones esenciales 'una cada mañana' para su existencia.
Este pasatiempo, que según algunos historiadores fue creado por los griegos durante el asedio a Troya, servirá a Horace para explicarle las claves del arte de vivir y reparar los errores que hasta ahora lo han conducido al fracaso.