MANUEL DE LA CRUZ, ALIAS SOPIÑAS

MANUEL DE LA CRUZ, ALIAS SOPIÑAS. ¿CAPITÁN DE BANDOLEROS O COMERCIANTE FERROLANO?

Editorial:
EMBORA
Año de edición:
Materia
BIOGRAFÍAS
ISBN:
978-84-16456-49-9
Páginas:
225
Encuadernación:
Rústica
Disponibilidad:
Disponible en 5 días

16,00 €


Autor: Santalla, Manuela
Colección: Biblioteca de Ferrolterra
Formato: 13x21
Edición: Xaneiro 2017
Idioma: Castellano
Páginas: 225
Encuadernación: Rústica


Este ensayo es el resultado de una investigación sobre la historia local de una ciudad gallega, Ferrol, y las gavillas y los bandidos que actuaron en ella durante los años 1800 a 1830. Buscamos en el ámbito local y concreto de nuestra ciudad, comprender y ahondar en cuestiones más generales de la historia de nuestro país en el siglo XIX porque consideramos que el estudio a nivel local de fenómenos y hechos generales, nos permite comprobar los efectos concretos de los sistemas generales bajo las necesidades bajo la necesidad de ir alternado una visión amplia y precisa de los fenómenos con otra más concreta y cotidiana de los hombres y de las mujeres que vivieron esta etapa histórica.

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Este ensaio é o resultado dunha investigación sobre a historia local dunha cidade galega, Ferrol, e as gavillas e os bandidos que nela actuaron durante os anos 1800 a 1830. Buscamos no ámbito local e concreto da nosa cidade, comprender e afondar en cuestións máis xerais da historia do noso país no século XIX porque consideramos que o estudo a nivel local de fenómenos e feitos xerais, permítenos comprobar os efectos concretos dos sistemas xerais baixo a necesidade de ir alternando unha visión ampla e precisa dos fenómenos con outra máis concreta e cotiá dos homes e das mulleres que viviron nesta etapa histórica.


«Sopiñas», un emprendedor cuyo éxito no se toleró en el Ferrol del 1830
Edicións Embora publica un libro en el que se relatan las falsas acusaciones contra un comerciante que comenzó vendiendo ropa usada y remendada de feria en feria
Bea Abelairas

A Manuel de la Cruz le pusieron el mote de Sopiñas porque cuando comenzó a vender por las ferias con su mujer, Ramona, pasaba penurias y solo se alimentaban con alguna sopa o caldito de vez en cuando. Pero estos dos sopiñas trabajaron muy duro: él llegó a Ferrol desde la localidad lucense de Outeiro de Rei en el 1800 y con 16 años se hizo aprendiz de sastre con el maestro (y concejal liberal) José Bolle. Aprendió la profesión y probablemente entonces escuchó las primeras ideas que, con los años, le trajeron problemas. Así lo cuentan Manuela Santalla y Juan Carlos Rico en un ensayo que acaba de publicar la editorial ferrolana Edicións Embora.

Los dos autores han realizado un trabajo de investigación para desmontar con documentos y testimonios recopilados en archivos judiciales el complot contra un comerciante que quiso superar las reglas de una sociedad clasista. La obra se lee casi como una novela: «Sopiñas foi un gran emprendedor con mala sorte ao que perseguiron por saltarse a orde establecida», cuenta Santalla, que asegura el libro nace para hacer justicia con una figura que representó mucho en una época en la los vendedores querían trabajar y medrar, pero no se les dejaba. De hecho, la primera parte de la obra da cuenta de los esfuerzos de este colectivo: «Querían tener opciones para trabajar, pero todas se reservaban a gente de otros lugares, con más influencias y Sopiñas logró colarse en ese mundo», cuentan.

En catorce años Sopiñas pasa de comprar ropa usada por las aldeas para arreglarla y revenderla en Ferrol a ser un hombre de negocios que logra varios contratos para encargarse de los suministros a cuerpos militares ferrolanos e incluso firma varios contratos de arriendos con concellos de la comarca. «En el 1829 Manuel de la Cruz se asocia con el comerciante Francisco Jofre Carbonell para formar una compañía de arbitrios del remate del aguardiente, depositando 60.000 reales de aval», relata el ensayo.

Sin embargo, justo en su época de más éxitos empresariales comienzan a salir contra él acusaciones como las de un asesinato, que con el tiempo se comprobó que era un montaje hasta tal extremo que el cuerpo del muerto se depositó en un foso para determinar el tribunal que tenía que juzgar a Sopiñas. Ese fue solo el primer episodio de todo un complot y un largo juicio en el que no importaron las principales pruebas que exculpaban a este comerciante de ser un bandolero o un asesino. «Uno de los denunciantes dijo que llegó a dispararle con una escopeta, pero Sopiñas no tenía ninguna cicatriz de la herida», precisa Juan Carlos Rico. Sopiñas se libró de la pena de muerte, pero perdió la salud en los diez años que pasó en una cárcel de Ceuta y todo su patrimonio pasó a manos de otras familias de la ciudad.

Voz de Galicia