Máscaras de invierno puede parecer un dietario. No lo es, o al menosno nos satisface explicarlo así. Resultaría demasiado inmediato. Ytampoco estamos cómodos si lo llamamos diario. Estas páginas se acogen a alguno de los géneros olvidados, que miran con agrado lascrestomatías y los florilegios, que forman un centón, género muy denuestro Siglo de Oro y sobre todo muy de nuestros días, los que handisuelto las categorías con que entendíamos la literatura y sabenañadir las gotas justas de autoficción al artículo, al ensayo y alaforismo. Esa conclusión late tras los párrafos y los días de unvolumen que Manuel Pecellín ha moldeado como un libro de libros y decuriosidad y de memoria de lo vivido; de algún modo, como todos suslibros más suyos.