Una obra de teatro representa siempre un doble desafío: enfrentarnos a su estructura como obra literaria y adaptarla para su realización escénica. En este caso, Medea o el herido corazón de la granada consigue superar el desafío a la vez que nos incita a la curiosidad. Medea es una figura muy tipificada y arraigada en nuestra cultura, que ha soportado muy bien los envites del tiempo y ha sido versionada sobre todo en los siglos XX y XXI. Con un interesantísimo ritmo ascendente, la autora ha asumido el riesgo de mostrarla en la local realidad del mundo del flamenco, acaso para dar esa transversalidad de cómo un tema clásico puede llevarnos a una reflexión en un tema coetáneo, como el que engloba lo que ha significado la mujer, su mundo social y psicológico que ha facilitado o impedido los diferentes caminos por los que ha transitado. Esta Medea es un personaje catalizador de inquietudes, con un enfoque de vigente actualidad. Medea es el eje de su propia historia, un personaje cuya alma ha sido reflejada en el teatro clásico, al que ha transcendido, hasta llegar al siglo xxi. La grandeza del personaje admite d