Tambi‚n yo he pagado mi tributo al arte de cocina y bodega: ya un poema sobre la confiter¡a de Toledo, o una r pida alusi¢n a las sevillanas y murillescas yemas de San Leandro; ya unas p ginas sueltas sobre las tierras castellanas, andaluzas, vascongadas y bordelesas; y hasta he dejado noticia de mis andanzas en busca de caracoles borgo¤ones y de trufas perigordinas. Lo cierto es que todav¡a estoy en deuda con muchos maestros fundamentales y con algunos autores de discreta recordaci¢n; que estoy en deuda, sobre todo, con mis experiencias y mis recuerdos, por humil-des que sean. Y si les llamo memorias a estos apuntes, es que para m¡ comienzan a significar un pasado. Que ya present‚ mis condolencias a los deleites de este orden, y tras los vaivenes y los viajes, me encuentro bien hallado en mi tierra ante una mesa frugal. En fin, ‚ste no es un libro de tesis ni de disertaciones. No sea que se me canse el lector. Este libro s¢lo se destina a gente de honrada naturaleza capaz de apreciar el arte del buen comer. Alfonso Reyes