Aquellos humanistas del Renacimiento, que pasaron del teocentrismo al antropocentrismo y sustituyeron a Dios como centro de la creación por el hombre como centro del universo creado, o de todo lo existente, eran hombres movidos por la curiosidad que se planteaban cuestiones esenciales y buscaban con ahínco respuestas a cuantos enigmas planteaba la existencia en su época. Fue, entonces, el hombre la medida de todas las cosas y ellos, artistas polifacéticos y multidisciplinares que vieron en la criatura humana la divina proporción.