En el poema siempre subyace latente la expresión de lo inefable,
lo poliédrico como dimensión insondable; pero también
late oculto en el poema: el poeta mismo; como contenedor
de abismo que aspira a construir con la palabra su propio laberinto, salvaguardando adrede, lo indecible del poema. Y es que el poeta se solaza siempre, en la sinuosidad del verso y lo eleva a la categoría de reflejo, para desde esa arista de espejo, mostrarnos la imagen inversa, lo expuesto, pero lo no dicho.