A Violeta Gárate, antigua científica que ejerce de abuela, le encanta la música clásica y llevar a su nieto al Museo de Ciencias Naturales. En una de esas visitas descubre la exposición temporal que conmemora el segundo centenario del nacimiento de Alfred Russel Wallace, un naturalista galés que bien pudo haber compartido con Charles Darwin la gloria de proponer la teoría de la Evolución. Cuanto más indaga Violeta en la trayectoria de Wallace, más se ve reflejada en el histórico personaje; sobre todo, al rememorar su propio hallazgo de cuarenta años atrás y como se aprovechó del mismo su director de tesis en la Facultad, el doctor Arteche. La reaparición de un antiguo compañero —también traicionado por quien fuera jefe de ambos— tras veinticinco años fuera de España, coincide con el descubrimiento de dos cadáveres cuya investigación policial dirige el inspector Irureta, hombre solitario de mediana edad, reputado profesional de buen talante y gran aficionado al jazz. En sus pesquisas, Irureta simpatiza con Violeta, descubre lugares relativamente poco conocidos de Madrid y poco a poco descubre los chanchullos en los que Arteche —personaje con buenas agarraderas en los ámbitos del poder real— se ha visto implicado a lo largo de su trayectoria personal y profesional.