Eran las 11:30 del 11 de febrero de 1972. Tras cuatro años de protestas, un año viviendo sitiados por las ruinas de los edificios colindantes, denuncias al Ayuntamiento y movilizaciones vecinales, Pilar Enciso y Lauro Olmo se veían obligados a abandonar la que había sido su casa durante décadas. En último intento por evitar el desahucio, habían pintado de rojigualda la puerta de la casa para apelar al Decreto de 11 de octubre de 1945 que impedía deshonrar la bandera nacional al mancillarla o pisarla. Este gesto de dignidad y resistencia caló hondo en la memoria popular. El recuerdo de aquellos escritores sitiados que habían desafiado a toda autoridad para evitar que sobre su hogar se levantasen unos grandes almacenes cobró tintes casi épicos. Esta "Numancia de las inmobiliarias" fue, quizá, la "presentación en sociedad" de Pilar y Lauro para el conjunto del país, especialmente para aquellos ciudadanos alijados de los patios de butacas: esa batalla por la dignidad de un barrio manifestaba la integridad de ambos, incluso en las circunstancias más adversas, y representaba el compromiso del intelectual consigo