AA.VV
En los años ochenta se respiraba el ambiente propicio para que los creadores se desquitaran de una España conservadurista, sombría y gris. El diseño, a medida que la sociedad se transformaba con estéticas descaradas, la aparición de tribus urbanas y un elogio al exceso, se fue revistiendo de capas que añadían mayor contenido comunicativo, simbólico y experimental. En ese escenario, unos jóvenes valencianos con ganas de salir de su hogar burgués, divertirse y, sobre todo, vestirse con una moda aún por crear, comenzaron la andadura de Tráfico de Modas. El nombre respondía a un juego de palabras que retaba a los procesos estables, coherentes, que implicaban los grandes relatos en beneficio de una forma de crear más lúdica y de aspecto cambiante. Bautizados así, algunos de los hermanos Errando Mariscal -Pedrín a la cabeza como diseñador, Santi, Jorge, Ada y Javier Mariscal, quien estuvo vinculado al diseño de los tejidos desde el principio-, junto con María José Villalonga, emprendieron una yincana que los llevaría a ocupar un hueco dentro de la moda nacional, todavía demasiado encorsetada, a la que con el tiemp