El autor, utilizando como fondo argumental, la lujuria, el adulterio
y la prostitución con los ingredientes de la burla, la mofa y la socarronería
va apartando de la mente del lector cualquier sensación
placentera hasta que, en un fi nal sorprendente, ingenioso e impensado
consigue magistralmente, su propósito: ridiculizar el pecado
convirtiendo lo atractivo del deseo carnal en rechazable.