En este volumen tercero de las Loquinarias, Miguel Ávila Cabezas traspasa la superficie de la realidad y la observa con una mirada dotada a partes iguales por lucidez, desvarío, sarcasmo, irracionalidad y lógica poética. Uno puede estar o no de acuerdo con estas lacónicas raciones de ácido sulfúrico en tinta, e incluso sentirse ofendido en su sensiblería victoriana, pero de ninguna manera habrá sido menospreciado en su inteligencia.
Las loquinarias enfocan su lente de aumento sobre los actos humanos, sus estilos de vida, sus creencias, supercherías y (ello en gran medida) sus mentiras. Y esa mirada, a veces tierna, en ocasiones despiadada, podrá escocernos, sí, pero también nos hará sonreír con la complicidad del que adivina la tinta invisible, el juicio socarrón y el vuelo imaginario de un pensamiento que, de vuelta y escarmentado, opta por reírse de su propio pesimismo en lugar de tomarse demasiado en serio las constantes muestras de gilipollez que el homo sapiens prodiga sin mesura.