Quien se adentre en este libro, que lo haga como quien ve crecer en su interior una geografía, sin miedo ni heroísmo, sin juzgarse,
que solo la emoción importe, porque no hay que comprender el poema sino respirarlo. Al día se abren las compuertas por las que
el árbol no duerme, ni lo hacen los lugares habitados o sumergidos que recorrerán estas páginas. Los náufragos guardan la color
amarilla de la retórica que Ángeles Lorenzo Vime tiene, el compás el alejandrino que se abre a los nombres de todos los nuestros
que «se clavan en el centro exacto de la tierra». Tiene su verso el recorrido de lo que fue, de la bendición de esa tierra que aún estéril ella riega hasta que «nada de los bello quede en pie», para su metamorfosis. Viento del Noroeste contiene, aunque su autora lo niegue en sus versos, el alfabeto melódico y frágil del lenguaje que es capaz de matar y la belleza del presente. Como hieren a un cuerpo que yace bajo las hojas «todos los trenes todos en la noche». JARA