Hacer que una novela sea distinta y destacable frente a la generalidad no es tarea fácil para ningún escritor; sin embargo, en A la izquierda del padre, su autor, en línea con su habitual sensibilidad y en un auténtico derroche de memoria, conocimientos e imaginación, consigue que las letras, aun naciendo en el seno humilde de lo cotidiano, se erijan en gratificante singularidad que el lector, desde el más común al más elitista, sabe apreciar y agradecer.
En esta novela, José Carlos Fernández se sitúa en un plano espacio-temporal que le es bastante conocido: el Cádiz que va desde mediado el siglo hasta nuestros días. A través de la vida de un personaje, Ramón Alcántara, nos introduce en la geografía gaditana, paseos, calles, plazas, con sus sucesivos cambios, así como en las costumbres de sus gentes, niños, procesiones, bailes, y sus variopintos comportamientos. También describe diversidad de personajes, como eclesiásticos, abogados, chirigoteros, mariscadores, junto con sus ansias y deseos, ambiciones y lujuria. Puro realismo social.
La novela comienza en la espera de la boda de una de sus hijas, y, a partir de ahí -de los sentimientos y emociones de ésta al recordar su niñez y su vida toda- nos adentramos en ese pasado y con él al conocimiento de su padre, Ramón Alcántara, que es el que nos da la imagen de esa sociedad junto con su ambición sin límites. Aun así la obra gira en torno a esta hija que se va a casar, discriminada por el padre, y cuantas vicisitudes pasa. El final es lógico y coherente en la vida de estos personajes.
Una grata torrentera de imágenes y sensaciones que nos inunda el interior y que consiguen dejarnos en el paladar ese regusto -pocas veces conseguido por un autor- que nos queda entre los pliegues de la memoria cuando hemos leído un buen libro.
