Contados son con los dedos de una mano los personajes considerados en la Historia universalmente nefastos. Tan sólo algunos extremistas políticos y los historiadores llamados revisionistas pueden encontrar algo positivo en el devenir de Hitler. En su particular viaje al infierno no se halló solo, pero no por eso se le exculpa, pues siempre tuvo el timón del poder total. Sin embargo, es tanta la atracción que ejerce su figura, esencialmente su pathos , que aún ahora queda en el aire la pregunta ¿Cómo fue posible? Su personalidad humana fue enterrada por él mismo bajo la figura de conductor de la raza alemana y, a la postre, quizás por unas horas, recuperó en el encierro de su bunker de Berlín algo de humanidad, pues jamás tuvo la lucidez suficiente, no para horrorizarse de sus crímenes, que nunca reputó de tales ninguno de sus actos, sino tan siquiera para aceptar su responsabilidad en el despeñamiento de su pueblo.
Cabe decir que la ceguera temporal que sufrión en las postrimerías de la Primera Guerra mundial, se le curó físicamente, pero fué incapaz de ver la realidad desde entonces. En efecto fué un dirigente ciego, de ahí lla importancia de sus intuiciones y sus perjuicios fueron las vendas que neutralizaron sus desiguales capacidades. Engañó a un auditorio que buscaba en la mentira un lenitivo a sus sufrimiennto; engañó a los políticos que querían oir esas falacias, engañó a todos con sus éxitos iniciales... Tanto engaño solo era posible si él creía en sus própias palabras, que siempre rebosaron odio y venganza. Hitler, en suma, odió tanto que por eso es hoy odiado por tantos.
