A vuelapluma, me doy cuenta de que me han quedado fuera del librito algunas curiosidades más, como la sensación que se experimenta al observar en un cielo estrellado los hermosos trazos de las estrellas fugaces o las propias constelaciones, que, en mis años mozos eran perfectamente visibles en un cielo con pocas nubes, como lo suele ser el del Mar Menor, en que una tía mía tenía una bonita casa con un amplia terraza que permitía observar cómodamente todo ello. Hoy en día la casa subsiste, pero como nos sobra energía, hay tal cantidad de luz artificial durante las noches, que no se ve nada de nada. De todas maneras, se me ha ocurrido la fórmula para evitar cualquier carencia: consiste el invento en instalar una dinamo en la lengua de la inmensa cantidad de personajes y personajillos que pontifican en todos los medios audiovisuales y conectarla a la red eléctrica. Si alguno de los muchos inventores que hay en España recoge la idea y consiguiera hacerlo, tenemos el problema energético solucionado durante décadas. Hay otras cosas que me han quedado en el tintero que espero tratar en el futuro, como el recuerdo de las pandillas infantiles que formábamos para capturar prisioneros de otras y luego no sabíamos qué hacer con ellos o el primer e inolvidable achuchón a la primera novieta, que, en aquellos tiempos, contaba con la inestimable colaboración la Iglesia porque, por si fuera poco, encima era pecado mortal. Hoy día en que vivimos instalados en el materialismo, gran parte de nuestra juventud ha perdido la oportunidad de disfrutar del placer intelectual que supone el saltarse a la torera tan terribles anatemas, y así sucesivamente.
Así pues, me parece que queda claro que no tengo otra intención que pasar yo mismo y hacer pasar a cualquier benévolo lector, un rato agradable. Espero haberlo conseguido.
