Varsovia, 5 de agosto de 1942. Las calles de la ciudad polaca, a la saz¢n capital universal de la infamia, fueron ese d¡a escenario de una extra¤a comitiva: m s de doscientos ni¤os hu‚rfanos, acompa¤ados por los responsables del orfanato, recorr¡an las calles convencidos de iniciar sus vacaciones estivales. Al frente de la fat¡dica expedici¢n, el doctor Janusz Korczak, llevaba en sus brazos a uno de los peque¤os y manten¡a la ficci¢n vacacional, haciendo que los hu‚rfanos entonasen canciones mientras se encaminaban a una muerte ignominiosa. No le faltaron a Korczak ?m‚dico y pedagogo? oportunidades de salvar su vida, evitando la deportaci¢n. Las desech¢ una tras otra. Incluso, cuando un comandante nazi le recuerda que no hab¡a motivo para que compartiese el destino de los ni¤os, la r‚plica es contundente: ®Fuera de aqu¡, hijo de perra!¨Acaso no ve con qu‚ alegr¡a los ni¤os jud¡os van al encuentro de la muerte?¯ ®La £nica respuesta posible para esa conducta de Korczak en una situaci¢n tan extrema es su conciencia moral. En eso consisti¢ su vida, hecha a partes iguales del reconocimiento l£cido del imperio de
