A través de la historia, los pueblos han desarrollado diversos métodos para fabricar papel, empleando los materiales que su entorno les proporciona. China lo produjo a partir del arroz, Egipto del papiro y México del maguey y principalmente del papel amate. Hablar de este papel es interesante debido a varios aspectos de su historia, de su versátil utilización y del simbolismo que tiene para México. En la época prehispánica fue un material protagonista como vehículo de contenido religioso y actualmente sigue conservando sus propiedades de naturaleza mágica y cultural. A través de los años aunque sus usos han variado, no ha cambiado ni el proceso de fabricación, ni la apariencia, lo que le confiere máxima autenticidad. El ámbito místico que le atribuye la representación de espíritus de la naturaleza -buenos y malos-, es otro punto igualmente sugestivo. La belleza de los árboles con que se elabora el papel (algunos de ellos son especies endémicas de varios estados de nuestro país), basta por si misma para evocar, al simple contacto de un pliego de papel amate, texturas irrepetibles, visiones orgánicas, genuina y palpable espiritualidad.
