Las Islas Canarias, un archipi‚lago en medio del Atl ntico. En principio, nada que destacar a un observador externo. Sin embargo, desde la ‚poca hist¢rica han llamado la atenci¢n, primero a navegantes curiosos y luego a cient¡ficos europeos. Y a ello han contribuido, en gran medida, el Sol, el Teide y los alisios. Nuestra estrella fue una parte esencial en la mitolog¡a ind¡gena y en la elaboraci¢n de un calendario que gobernase la agricultura. Los vientos alisios, al chocar contra las islas mayores, formaban un mar de nubes, sobre el cual se ten¡a una masa de aire sin turbulencias y con miles de horas al a¤o para observar el Sol. En una de las islas, Tenerife, emerg¡a una monta¤a, el Teide, que muchos llegaron a considerar la m s alta del planeta, totalmente inhabitable por sus condiciones. En la ‚poca de las primeras navegaciones desde Europa, las llamadas Islas Afortunadas entraron en el campo de la leyenda. Junto al m‚todo cient¡fico lleg¢ la etapa de las medidas con telescopios y los primeros instrumentos meteorol¢gicos. Y ning£n otro lugar cercano a Europa y a los tr¢picos pudo competir con Canarias. Ad
