LEER UN FRAGMENTO Más allá de la figura del aristócrata «satanique» y decadente, esbozada primero por John William Polidori e institucionalizada después por Bram Stoker, a lo largo de los siglos XIX y XX, el vampiro ha sido objeto de múltiples revisiones y reinterpretaciones mitológicas, de miradas perversas y desmitificadoras, de tratamientos innovadores o neoclásicos. Los trece relatos que componen la presente antología de cuentos de vampiros, Sanguinarius –titulada así en claro homenaje a Ray Russell y Erzsébet Báthory–, fueron escritos entre 1820 La novia de las islas y 1967 El muerto viviente, englobando así casi ciento cincuenta años de horrores literarios; en suma, la edad dorada del vampiro como icono de la cultura popular. De los «Penny Dreadfuls» victorianos a la revista pulp estadounidense «Weird Tales», de diletantes como el conde Eric Stenbock a grandes genios de la narrativa fantástica como Richard Matheson, de amantes del ocultismo como Gustav Meyrink a profesionales de la pluma –ya fuera para la página impresa, la radio, el cine o la televisión–, como es el caso de Robert B