Estas cartas pretenden poner algo de sentido común en el mundo de la «alta cocina», que de tanto utilizar el nitrógeno puede írsenos de las manos como un globo de feria.
Aunque su tono es comedido, cada reflexión da mucho que pensar. Son auténticas sentencias. Tiene la ligereza de un goteo, pero también la perseverancia y la fuerza constante del agua. Son juicios que van calando en el lector, quien, al final del libro, tiene la sensación de que puede salir estrellado de más de un lugar de esos que tienen muchas estrellas, si es que se decide a entrar en él.
En este sentido puede considerarse como una guía para que los comensales aprendan a discernir entre la verdadera cocina y la que se basa en trampantojos.