Progeria, hacia el último tercio del siglo XXI. La Tierra más envejecida de Europa, merced a su récord de infecundidad desde finales del siglo precedente. Un Pueblo senil, donde mueren cuatro veces más ciudadanos que los que nacen en su lugar. Donde los jóvenes son el bien más preciado. Por eso deben permanecer allí, hasta que salden sus hipotéticas deudas con la comunidad, a causa de unas leyes impuestas por la gerontocracia que domina su Parlamento o Senilatus.
La PolCiv controla los movimientos de los jóvenes para impedir sus huidas. Ellos se consideran bueyes de carga de una comunidad camino al colapso social y económico, sin futuro. Pero en medio de este panorama, donde ya casi nadie tiene hermanos y se desconoce qué es la fraternidad, todavía quedan pequeños espacios para el amor y la esperanza, espacios para regenerar Progeria.
La presidenta —Jennifer Pozas— impulsa medidas draconianas. Los huidos son juzgados como desertores y castigados a prestar Servicio Cívico en la tierra del jabalí, a no ser que tengan un hijo para redimirse. Todos se preguntan por qué nadie hizo nada cuando aún tenía sentido hacerlo y así evitar esta trágica situación. Una nación sin nacimientos, una patria sin padres, hizo que el viejo Reino, ya saturado de viejos, hasta mudase de nombre entre la gente joven: Progeria.
