Nuestra continuidad, nuestro gran estado de equilibrio mental y mucho más. Si no lo hacemos, albergamos en nosotros ladrones, violadores, pederastas, individuos decadentes, mentirosos e hipócritas. Esas cosas, con todo lo terribles que son, las conservamos como misterios, pues mientras sean misterios podemos fantasear con ellas, y así nos proporcionarán la química, nos darán el orgasmo, el dolor y el poder. Nos darán ese exquisito sitial de poder desde el que subimos la escalera para ejercer dominio sobre los demás y satisfacer nuestra propia codicia humana y química. Es muy importante darles nombre, porque una vez que sabemos el nombre de un demonio, una vez que sabemos el nombre de un nigromante y lo llamamos por su nombre, éste responderá en nuestro cerebro. Una vez que lo hayamos arrastrado fuera del corral y le hayamos puesto un nombre, jamás volverá a dominarnos. Si no le damos un nombre, nos montamos a sus espaldas y lo sacamos de ahí, tendrá poder sobre nosotros. ¿Y por qué no queremos hacer eso? Porque nos da miedo ver el precio que pagará nuestro yo físico y químico. »