Se lo ruega al cerebro, y éste se lo concede. Pero el día que despertamos es el día que empezamos a oír las voces. Y como es un hábito, le seguiremos la corriente a las voces por un tiempo. Pero llegará una mañana en la que decidamos que por encima de nuestra humanidad somos realmente seres soberanos. Y ese día despertamos a la sabiduría eterna y pertenecemos a la eternidad.»